La jefa de prensa en el Congreso de Unidas Podemos ha firmado un escrito que ha elevado a la Secretaría General de la Cámara, en el que se pide el restablecimiento del “buen funcionamiento de las ruedas de prensa (...), sin poner en riesgo la libertad de información y el buen clima que siempre ha existido”, y lo ha hecho porque recientemente han sido acreditados algunos periodistas a quienes consideran de extrema derecha y a quienes han decidido ignorar.
Así las cosas, parece que en Unidas Podemos no quieren que determinados reporteros pasen por la sala de comparecencias, algo que también ha rubricado su compañera de investidura, la responsable de comunicación del PSOE, quien durante el primer estado de alarma estableció múltiples restricciones a los periodistas que les impidieron realizar su trabajo con normalidad.
Según explica Rubén Arranz en Voz Pópuli, el último en apuntarse a esta tendencia ha sido el protavoz de ERC en el Congreso de los Diputados, Gabriel Rufián, que cuando un periodista de 7 Noticias, llamado Josué Cárdenas, le preguntó que ¿Cómo valora la querella contra el consejero de Educación de la Generalidad de Cataluña que no quiere cumplir ese 25% de español en las escuelas? ¿Y cómo valora las palabras del Rey llamando a los jueces para hacer cumplir la ley en Cataluña?", obtuvo como burlona respuesta que “seguro que sabe decir Schwarzenegger y seguro que sabe decir Generalitat también. No participamos de burbujas mediáticas de la ultraderecha”.
Vista la negativa del portavoz de ERC, el periodista Javier Negre le repitió la pregunta y Rufián hizo lo propio con la respuesta. De hecho, durante casi tres minutos se reprodujo un diálogo de besugos que terminó siempre de la misma forma. Las preguntas eran legítimas e interesantes; y se pronunciaron con respeto, pero el problema reside en la mente de Rufián, que busca ultras entre el público, cuando a quien podría asignarse ese calificativo es a él.
Según Arranz, Rufián y compañía no pretenden frenar a la ultraderecha ni desinflar ninguna burbuja mediática, sino restar legitimidad a los críticos, que es lo que el poder ha hecho con la prensa desde que se imprimió la primera página de un periódico; siendo esta la actitud que han mantenido los autoritarios desde que se estableció la primera estructura de poder.
Un diputado no debería agrupar a los periodistas en función del medio para el que trabajan, sino responder a sus preguntas siempre que intervenga en público; y si no debe hacerlo, por estrategia o porque el periodista ha dicho alguna estupidez, rechazar con la educación y la cortesía que se requiere para quien representa a un país en el Congreso.
Según escribe explica, lo peor es que, quienes criticaban -con razón- que Vox vetara a los periodistas de Prisa en sus actos electorales, hoy callarán o defenderán el escrito de estos jefes de prensa, lo que supone que la española es una democracia endeble y muchos de los argumentos sobre los que se sostiene, ridículos.
Concluye el periodista que una buena parte del periodismo español ha copiado las peores manías de diputados como Rufián y otros apparatchik como los que firman el escrito... y a pesar de todo, Rufián opta al premio al mejor orador del año en el Parlamento, entregado por la Asociación de Periodistas Parlamentarios. Suena a chiste.