Urban Hacking: del activismo a nueva tendencia en estrategias de Marketing

Un día entra en el metro y se encuentra a una docena de personas haciendo picnic en el vagón... seguramente no se trata de que les haya entrado hambre a los protagonistas de la escena, sino que usted va a convertirse en una víctima de un ataque de Urban Hacking, una novedosa estrategia de marketing, cada vez más frecuente, que salpica nuestras ciudades. Cuenta Marketing Directo en un interersante reportaje sobre esta tendencia, que cuando se habla de hacking (piratear) se suele hablar de una acción fuera de un sistema o contra un sistema, así como de de una ruptura de lo habitual. Sin embargo, cuando hablamos de urban hacking, nos estamos refiriendo a una ruptura creativa de las rutinas, o lo que es lo mismo, una irrupción original e inteligente en la vida cotidiana.

Se trata de una modalidad publicitaria que se ha adoptado de las líneas artísticas más relacionadas con la acción, como el performance o el happening. Los artistas organizan acciones insólitas y sorprendentes en el espacio público y "piratean" así las convenciones sociales y valores y el código de comportamiento normal.

Estos atributos son aprovechados por la publicidad para llamar la atención a los transeúntes con el objetivo de desconcertarlo y provocar una relación diferente. Por lo general, los organizadores no suelen rebasar el límite del buen gusto.

Charlie Todd es el pirata urbano más famoso, gracias a su proyecto Improv Everywhere. Todd convoca a la gente para que pasee por las estaciones de tren sin pantalones o convence a gemelos idénticos para que se sienten uno frente a otro en un vagón de metro con ropa exactamente igual y postura simétrica.

En Munich existe un grupo de piratas urbanos en torno al artista accionista Benjamin David. Bajo el nombre Die Urbanauten (Los Urbanautas), el grupo organiza "enjambres". Hace unas semanas, un enjambre de gente se reunió en un exquisito centro comercial de la capital bávara para hacer pompas de jabón. A continuación se fueron a un banco con varios cajeros automáticos y formaron una larguísima cola en solo un cajero. Como si se tratase de un enjambre de abejas, los artistas llevan a cientos de personas de una acción a otra, convocadas por SMS y Twitter.

En Madrid se han organizado algunas de estas acciones espontáneas, como la que llevó a un grupo a un desayuno colectivo en la plaza de Colón. Se han convocado también guerras de almohadas, guerras de globos masivas en plazas públicas, bailes colectivos mudos al son del reproductor musical personal de cada uno…

Otras formas de urban hacking son el culture jamming y el adbusting, modalidades que suelen parodiar la publicidad. El grupo AdBusters es una red de activistas que se dedica a falsear publicidad de marcas conocidas en todo el mundo y poner de relieve las ideas y visión del mundo que comunican los anuncios publicitarios.

También está la autodeclarada guerrilla de la comunicación, que se dedica a difundir información falsa para poner al descubierto lo crédula que es la sociedad. Por su parte, el grupo de activistas The Yes Men piratea las identidades: se hacen pasar por representantes de grandes empresas e instituciones o falsean sus páginas web, llegando a dar conferencias en eventos haciéndose pasar por dichos representantes, generalmente en el ámbito de la política.

Cuanto más se empleen estas estrategias, menos sorprendentes resultarán y más se irán convirtiendo en una fórmula establecida de acercarse al público. Pero cuando este tipo de acciones entren en la normalidad del espacio público, la expresión urban hacking dejará de tener sentido. La acción entrará a formar parte del sistema.

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