La reciente publicación del artículo titulado “Se me agotó la paciencia (y ya era hora)” y publicado por José Manuel Nevado, director de comunicación de Presidencia del Gobierno, en La Vanguardia, ha desatado una auténtica tormenta en el mundo de la comunicación institucional.
Las palabras de este alto cargo gubernamental no solo han generado un notable revuelo entre los profesionales del sector, sino que han provocado la reacción inmediata y contundente de las principales asociaciones de agencias de medios, que acusan a Nevado de cruzar una línea roja en el debate público.
En su artículo, Nevado expone con un tono inusualmente beligerante su hartazgo respecto a ciertos planteamientos y prácticas dentro del ámbito de la comunicación política y mediática. Su texto, lejos de buscar el consenso, emplea una retórica áspera y, según muchos, poco constructiva, poniendo en tela de juicio la labor de intermediación y transparencia de las agencias de medios.
La falta de autocrítica y la orientación claramente confrontativa de su mensaje han sido especialmente criticadas por quienes consideran que desde la Presidencia del Gobierno se debe fomentar el diálogo y la colaboración institucional.
La respuesta de las asociaciones de agencias de medios no se hizo esperar. A través de un comunicado conjunto, varias entidades representativas del sector han manifestado su “profunda preocupación por el tono y el contenido” del artículo de Nevado, al tiempo que señalan que este tipo de manifestaciones públicas, lejos de contribuir a la mejora del ecosistema mediático, alimentan la desconfianza y la polarización, dos enemigos acérrimos de la comunicación institucional eficaz en una democracia avanzada como la española.
Resulta especialmente llamativo que un responsable de comunicación de tan alto nivel recurra a una narrativa de enfrentamiento en lugar de promover la empatía y la búsqueda de soluciones compartidas. “Se me agotó la paciencia” no sólo es un título desafortunado, sino un reflejo preocupante del clima que se respira en determinados ámbitos del poder; mientras que la opinión pública, y especialmente los profesionales del sector, esperan de sus líderes institucionales una actitud ejemplar y una apuesta por el diálogo, no por la ruptura.
Más allá de las formas, el fondo del artículo tampoco ha dejado indiferente a nadie. Nevado carga contra la supuesta “opacidad” y los “intereses cruzados” en la gestión de la comunicación, lanzando acusaciones veladas que, según las asociaciones, carecen de fundamento y rigor. Desde el sector se recuerda que la labor de las agencias de medios es fundamental para garantizar la pluralidad y la calidad de la información, y que su trabajo está sometido a estrictos controles y códigos deontológicos.
La polémica ha reabierto un viejo debate sobre la necesidad de establecer espacios de trabajo y debate verdaderamente colaborativos entre las instituciones y los agentes del sector. Si algo ha quedado demostrado tras este episodio es que la comunicación institucional no puede gestionarse desde la unilateralidad ni el enfado, sino desde la responsabilidad y el respeto mutuo. El riesgo de que se imponga una visión autoritaria, como la que se desprende del texto de Nevado, erosiona de la confianza y la profesionalidad en un ámbito esencial para la vida democrática.
En este contexto, la contundencia de la reacción por parte de las asociaciones de agencias de medios es no solo comprensible, sino necesaria; y rechazar la retórica incendiaria y defender la profesionalidad y el diálogo se ha convertido, una vez más, en un imperativo para quienes creen en el valor de la comunicación institucional como herramienta de cohesión social y transparencia.
De esta manera, el artículo de Nevado no sólo ha agotado la paciencia de muchos profesionales del sector, sino que ha puesto de manifiesto la urgente necesidad de repensar el papel y las formas de la comunicación institucional en nuestro país. Si la intención era abrir un debate, lo ha conseguido, pero quizá por motivos equivocados y en el tono menos adecuado.
